11 ene 2009

La huelga vergonzante

Vergonzante es quien actúa con disimulo porque se avergüenza de su comportamiento. Con escasas variantes, así es como definen el vocablo todos los diccionarios y yo creo que es el mejor calificativo que se puede aplicar a la huelga, o lo que sea, que protagonizan, o han protagonizado ¿quién lo sabe? pilotos y controladores, ¿o no son los dos?, ¿o sí?
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La huelga es un arma de lucha del que se dotaron los obreros para la defensa de sus intereses laborales. Como muy bien saben los sindicalistas, un instrumento al que sólo se puede recurrir en última instancia, porque sus costes pueden resultar insoportables y con su abuso se puede llegar a la desmovilización y a encontrarse con resultados catastróficos. En los primeros tiempos del movimiento obrero se recurría a ella sin ningún tipo de cobertura legal, con el tiempo y el duro esfuerzo de generaciones se ha convertido en un derecho universalmente admitido, o casi.

Pero claro, conforme la clase trabajadora ha ido perdiendo su perfil clásico, invadiendo las clases medias y han ido apareciendo asalariados de lujo, las cosas han dejado de estar claras y la confusión de conceptos y de métodos de lucha se ha generalizado. Hoy son asalariados, con sueldos astronómicos e incentivos no siempre conocidos, los altos ejecutivos de las grandes empresas y, por supuesto, pilotos y controladores aéreos. La contradicción surge cuando alguno de estos colectivos decide utilizar, para hacer valer sus reivindicaciones, métodos propios de la lucha obrera. Los pilotos, o los controladores, no tienen posibilidad, como es el caso de los ejecutivos, de negociar individualmente con la empresa porque en sus habilidades profesionales no caben grandes diferencias; pero sin embargo, han descubierto que su labor es altamente estratégica y son muy difíciles de sustituir por su cualificación técnica; el plante de un pequeño número de ellos puede causar disfunciones que resulten insoportables.

La huelga clásica se hacía contra la empresa explotadora que sufría las consecuencias del cese brusco de la producción. El efecto sobre terceros que podían sufrir de desabastecimiento u otros perjuicios, no era buscado, era secundario y, en todo caso se trataba de minimizar para no caer en la impopularidad. Los trabajadores de los servicios públicos, que forzosamente tienen en los usuarios a los principales damnificados, dedican gran esfuerzo a explicar la justeza de sus reivindicaciones, buscando contrarrestar este efecto tan negativo y aceptan la existencia de servicios mínimos.

Los pilotos y controladores, cuyos ingresos y condiciones de trabajo se encuentran a años luz de los anteriores, han convertido la huelga en tan habitual en estas fechas como la llegada de los Magos. No la declaran, ni publican sus reivindicaciones y si se les pregunta la niegan. Buscan causar el máximo daño a los usuarios a los que utilizan como rehenes, con lo que su comportamiento se asemeja más al de las acciones mafiosas que al de un colectivo de trabajadores; para colmo de despropósitos, parece que gozaran de la complicidad de las propias empresas, que se resisten a denunciar que exista la huelga y achacan los problemas a otras causas, mientras tratan grosera y desconsideradamente a los viageros frustrados.

La verdad, no entiendo su táctica, y me cuesta trabajo llamar huelga a lo que hacen y sindicato a su organización; aunque hay uno que llaman del crimen y huelga, al fin y al cabo, tiene la misma raíz que juerga… Y hoy anuncia la prensa, para completar el cartel del circo, que los jueces preparan la suya. ¿Hay quién dé más?


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La imagen la he rescatado de un blog de la UGT de 2006.

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