29 abr 2009

Una cuestión ideológica


Decir que la postura ante las leyes despenalizadoras del aborto es una cuestión ideológica es una perogrullada, y sin embargo, nada más necesario en este momento en que de nuevo renace la polémica ante la decisión del gobierno de hacer, por fin, la ley que debieron redactar en el primer momento. Pero no hablaré de la ley, sino de cómo y por qué las posturas son irreconciliables, y el debate, ya tan recurrente y manoseado, ocioso. No hay nadie a quien convencer, nadie se va a convertir, ni en una dirección ni en otra; por eso la discusión carece de sentido, a no ser que unos y otros lo que pretendan de verdad sea encontrar argumentos sólidos que justifiquen su postura ante sí mismos, que no es poco.
Una buena parte de los antiabortistas han adoptado el activismo, lo que no es entendido desde la otra parte que considera que bastaría con que no se acogieran a la ley y no abortaran, si es que no lo aceptan. La cosa no es tan simple, puesto que si se considera al aborto un crimen, la postura correcta sería la de tratar de impedirlo, cualesquiera que fueran sus protagonistas y las circunstancias. La cuestión está en determinar en qué momento de la gestación podemos situar el comienzo de la vida. ¿Podrá aclararlo la ciencia? Pues ocurre que, cuando los científicos se manifiestan, sus posturas son un calco de lo que ocurre en el resto de la sociedad y la unanimidad es inexistente.
Scott F. Gilbert, biólogo autor de Developmental biology, aporta las claves para entender la falta de consenso: depende de los aspectos de la vida que se consideren más importantes, y ahí la ideología es determinante. Si consideramos que lo más importante son los genes, la vida comenzará con la fecundación, momento en que se forma el material genético del futuro individuo; si damos mayor importancia a la capacidad de pensar y de sentir emociones situaremos el comienzo cuando el desarrollo del cerebro haya adquirido la capacidad de desplegar esas funciones, cuando un encefalograma muestre actividad cerebral, en torno a la semana 27 –en el polo opuesto, la falta de actividad cerebral es la señal que nos permite afirmar la muerte–. Gilbert muestra una tipología de hasta siete posiciones diferentes desde la primera que considera vivos a los espermatozoides y los óvulos como cualquier organismo, hasta la séptima que considera que la vida comienza cuando se alcanza la autonomía en el sistema respiratorio, circulatorio y alimentario, es decir en el momento del nacimiento cuando se corta el cordón umbilical. Son posiciones intermedias las expuestas en primer lugar y algunas otras. Todos ellos son puntos de vista igualmente científicos y optar por uno o por otro es sólo cuestión de preferencias que, en todo caso, estarán marcadas por la ideología.
En este, como en tantos casos, la solución no puede venir más que por el escrupuloso respeto a la mayoría democrática; la ciencia aporta datos pero no la solución al problema. Dar a conocer la opinión que expresen en un momento dado algún colectivo de científicos, sea en el sentido que sea, y presentarlo como la opinión de la ciencia, como ha ocurrido recientemente, no pasa de ser un engaño.

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El enlace conduce a una página en ingles con el texto integro del libro de Scott Gilbert.

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