9 sept 2011

Siete mil millones


Tenemos la manía de calificar las noticias como buenas o malas nada más leer los titulares (la prensa se ha convertido en la máxima dispensadora de alegrías o inquietudes), pero a veces nos encontramos con que la información no trae a la vista etiqueta de aciaga o benigna y nos deja en la perplejidad. De esta clase es la que nos ha anunciado que antes de que acabe el año el Mundo habrá alcanzado los 7.000 millones de habitantes y para fin de siglo, si las previsiones son correctas, los 10100.  Desde cierto punto de vista parece catastrófico por razones obvias (agotamiento de recursos, degradación del medio…), desde otro es demostración de que la humanidad ha encontrado mejores condiciones de vida y prospera sin cesar.

La población humana sobre la Tierra ha ido acelerando su crecimiento hasta convertirlo en una escalada casi vertical en los gráficos que la representan; sin embargo, la aceleración no ha sido regular sino que se ha producido a saltos. Identificamos dos que han mostrado una relevancia excepcional y una impronta global, y que tienen relación con auténticas revoluciones tecnológicas que cambiaron de nivel el acceso a los recursos. El primero (revolución agrícola) consistió en la domesticación de plantas y animales, de forma tal que por primera vez los humanos fueron capaces de producir sus propias subsistencias. El proceso se inició hace unos diez mil años, pero tardó varios milenios en generalizarse, nunca por completo, y perfeccionarse. Todos los indicios hacen pensar que la población dio un salto sin precedentes multiplicándose varias veces por sí misma en pocos milenios, hasta alcanzar un nuevo equilibrio, que ya sólo se alteraría local y coyunturalmente. La nueva abundancia de recursos no sólo hizo posible un crecimiento de la población sino que cambió radicalmente la civilización (división del trabajo, aparición de las clases, emergencia del Estado…; nuevos instrumentos, como la escritura, técnicas hidráulicas… etc.). No se puede decir que los contemporáneos vivieran los cambios con felicidad, de hecho no los percibían o no se percataban de su sentido; en muchas ocasiones generaron sufrimiento porque los cambios producen desequilibrios, inestabilidad y situaciones dramáticas; sin embargo, visto desde la distancia que nos proporciona el tiempo podemos considerarlo como un salto adelante una mejora decisiva, como demuestra el hecho de que pudieran vivir muchos millones más de personas.

El segundo salto fue la revolución industrial que se produjo en Occidente desde finales del XVIII, extendiéndose por todas partes en el XIX y el XX. El control de fuentes de energía muy poderosas y la racionalización y mecanización de la producción de manufacturas movilizó una masa de recursos sin precedentes y, de nuevo, la demografía se disparó, esta vez mucho más contundentemente por su rapidez y su volumen (las cifras alcanzadas tras milenios se podían ahora duplicar en algo más de medio siglo). Aunque hoy podemos dar por concluido el proceso de la industrialización, el fenómeno de la globalización ha permitido que la expansión demográfica continúe. El milagro se produce porque la mortalidad disminuye rápidamente; pero, no se ha prolongado el tiempo de vida de la especie, que sigue siendo casi el mismo que en los orígenes, sino que se han reducido las causas de muerte temprana: la enfermedad, las hambrunas y las condiciones de vida especialmente duras. Estos últimos fenómenos (industrialización y globalización) se han desarrollado y extendido a la vez que la democracia y la formulación y la lucha por los derechos humanos. Me atrevo a inferir que existe una relación causal entre ellos.

El sufrimiento, el dolor y la injusticia no han desaparecido, el futuro sigue planteando incógnitas inquietantes, no hemos resuelto, ni muchísimo menos, una manera consensuada de interpretar el pasado, ni de resolver la convivencia en el presente; sin embargo, desde el exterior, un observador de otra especie, o fuera del tiempo, no dudaría en asegurar que ha habido un progreso.

Puede ser que yo tenga algo de Pangloss, o que me acucie la necesidad de buenas noticias, dado el panorama de la coyuntura actual, pero me parece que la de los 7.000 millones la voy a archivar entre las positivas.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Excelente artículo. Nuestra limitada capacidad para cambiar el curso de los acontecimientos...invita a practicar la estrategia del avestruz !

Saludos
Mark de Zabaleta