23 ene 2012

Monedas


            Las últimas manifestaciones de la crisis parecen concentrarse en la eurozona, es decir, en los países que adoptaron el euro como moneda común. Eso invita a hablar de monedas mirando tanto hacia el pasado como hacia el futuro, para el que hay dos propuestas radicales y antagónicas: el proyecto ultraliberal de privatización de la moneda, por una parte, y, por la otra, la creación de una moneda universal. Ambas se presentan como la solución a las crisis monetarias que, si hemos de creerlas, pasarían a la historia, a la vez que traerían nuevas y grandes ventajas.
Para el pensamiento liberal privatizar la moneda no sería más que devolverla a su estado natural. Para él, los Estados la secuestraron en su propio beneficio; la sometieron al señoraje (obtención de recursos mediante la rebaja de la ley cuando era metálica, después convertida en papel y perdida la convertibilidad, con la fabricación de un exceso de billetes), manipulándola, alterándola para utilizarla como instrumento de sus políticas, generando inflación y deteriorándola continua e imparablemente, lo que aboca a crisis financieras inevitables. Si los Estados abandonaran su monopolio y la moneda pudiera ser emitida por bancos libre y privadamente y competir entre sí, prosperarían, aseguran, aquellas que despertaran mayor confianza y serían desechadas las que no ofrecieran garantías, el concepto de inflación desaparecería y las crisis monetarias pasarían a mejor vida, convertidas en anécdotas históricas. Conviene advertir al lector ingenuo que lo bueno de todas la propuestas liberales es que utilizan términos eufónicos y conceptos que se mueven en el lado luminoso de nuestro espíritu, tales como natural, libertad, etc., lo malo, que cuando tratamos de visualizar el paraíso prometido no hay modo de hallarlo.
Históricamente la acuñación de moneda era el acto de soberanía por excelencia, lo primero que hacía cualquier soberano legítimo o usurpador (si era así con mayor razón). Pero muy pronto las monedas empezaron a saltar fronteras. El primer intento registrado data del S.III antes de nuestra era cuando una liga de ciudades griegas acordó normas monetarias comunes; el último en el camino de la transnacionalidad, la creación del Euro. Entre ambos hay una larga lista de monedas que trascendieron los límites de sus Estados, generalmente acompañando a los imperios que estos crearan, pero superando incluso sus fronteras: Diocleciano en 292 impuso, por fin, en todo el territorio del Imperio la moneda romana; Bizancio creó una moneda de oro que se impuso en Oriente y que fue imitada después por los califas (dinar); reeditada en Córdoba (s. IX) se impuso en Europa, donde la imitaría Carlomagno, más por necesidades políticas que económicas; en la Edad Moderna el real de a ocho español (plata), acuñado en las cecas americanas se impuso en aquel continente y alcanzó Europa y Asia, convirtiéndose en la moneda de curso legal en EE.UU tras su independencia y en modelo del futuro dólar; en tiempos contemporáneos la libra (patrón oro) se señoreó de buena parte del mundo en los momentos de esplendor del Imperio Británico, hasta que fuera desplazada junto a otras monedas europeas por el dólar a partir de la Primera Guerra Mundial, pero sobre todo desde Bretton Woods (1944). Sin embargo ninguna de estas supermonedas se convirtió en global y única.
En 1867 bajo los auspicios de Napoleón III hubo un intento de crear una moneda para toda Europa y Estados Unidos, lo que, teniendo en cuenta la proyección colonial del continente la hubiera convertido en casi universal. No prosperó, en parte porque el patrón oro funcionaba en cierto modo como un sistema unificado. De hecho, el anclaje de todas las divisas con el oro operó con estabilidad hasta la Gran Guerra. Desde ese momento fueron abandonando la convertibilidad una moneda tras otra. Al fin el caos de los años treinta y de la Segunda Guerra Mundial desembocó en la conferencia de Bretton Woods, de la que salió un nuevo sistema monetario centrado en el dólar única divisa que mantenía la convertibilidad, mientras las demás establecían el cambio con él. El nuevo sistema funcionó perfectamente hasta los setenta, en que el dólar abandonó la convertibilidad (1971) y sufrió dos devaluaciones consecutivas. Algunas de sus instituciones  subsisten aún (FMI, BM).
En aquella conferencia Keynes había presentado el primer proyecto de divisa única mundial (Bancor). Roosevelt se mostró entusiasmado al principio pero al final se impuso el interés particular de USA que estaba en una situación inmejorable para imponerlo y se decantó por el dólar. El segundo lo debemos a R. A. Mundell, Nobel de economía (1999) y padre del Euro, aunque su propuesta no es de una moneda única pero sí universal (Intor, contracción de “International dollar”), con la que las divisas nacionales fijarían el cambio. La tercera es de “The Economist” (1988 y 1998), proponiendo unos procedimientos que en buena parte fueron los que siguió el Euro. En España han formulado otras tantas propuestas Jesús Lizcano y  Ramón Tamames. Existe alguna más, pero éstas son suficientes para comprender que la idea lleva tiempo gestándose; sin embargo todas ellas son anteriores al euro o a su crisis actual. Hoy, con el dominio de las tesis neoliberales, la emergencia de nuevas potencias económicas y una coyuntura tan complicada, es imposible predecir cuál será la dirección de los acontecimientos: hacia una moneda única gestionada por entidades trasnacionales, o hacia monedas privadas emitidas por empresas financieras compitiendo entre sí en un mercado monetario libre. La cuestión es si a medio plazo en un mundo globalizado es posible mantener una situación del tipo de la actual con monedas nacionales, o casi.


3 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Un excelente artículo. Está claro que la moneda mundial es un caso de estudio teórico...de difícil/imposible materialización...Salvo que hablásemos de "dolarización" !

Un cordial saludo
Mark de Zabaleta

jaramos.g dijo...

Tengo entendido que de nada sirve unificar la moneda si no se aplica una cierta homegeneización a las respectivas economías. Tampoco estoy seguro de que esto venga muy a cuento de tu documentadísimo artículo. No sé, se me ha venido a la cabeza. Salud(os).

Arcadio R.C. dijo...

Cada uno de los proyectos que yo me he limitado a enumerar tienen sus complejidades y llenan muchas páginas. Todos preven situaciones concretas y afirman su viabilidad, pero el análisis en profundidad lo dejo para quien esté más capacitado que yo, que sólo soy un curioso en estos temas.
Gracias Mark. Gracias Jaramos. Un saludo a ambos.