5 dic 2012

Otra parida mental a propósito de la crisis


No está en nuestras manos cambiar las leyes físicas que rigen el Mundo, bastante hacemos con intentar conocerlas y comprenderlas. En eso estamos. Los humanos además de estar inmersos en este marco físico somos seres sociales y culturales; es decir, necesitamos cooperar para algo más que la procreación y la crianza, y el resultado de nuestras experiencias vitales, individuales y colectivas, se acumulan formando un acervo cultural que se transmite de generación en generación, transformando nuestro modo de vida y a nosotros mismos. Tenemos historia.

En las relaciones de cooperación/competencia entre individuos y entre grupos y con el medio del que obtenemos recursos se establecen hábitos que se transforman en normas que las regulan. Sin embargo, estas leyes no son como las del mundo físico, son contingentes y heterogéneas, son históricas, es decir, dependen de infinidad de variables que se alteran y cambian en su relación mutua (por algo son sociales) y con el paso del tiempo (por algo son históricas); muy particularmente son deudoras de las relaciones de poder entre sectores de la sociedad. Esto es la economía.

La obtención de recursos requiere unas relaciones de trabajo que han sido históricamente diferentes (esclavitud, servidumbre, capitalismo) y se han relevado unas a otras en función de la tecnología disponible y otras variables. Sin embargo, este movimiento no está predeterminado. Seamos o no conscientes de su existencia y condición puede ser alterado desde la voluntad política forzando un cambio en las relaciones de poder que, a su vez, imponga nuevas normas. A esto llamamos revolución.

Así pues, la economía es la obra del hombre, que no está sometido de manera inevitable nada más que a las leyes físicas. La dinámica de los fenómenos sociales, incluida la economía, se nos presenta como caótica por su impredecibilidad, consecuencia de la multitud de factores que la condicionan. Una de ellos, y no el menor, es la voluntad de los individuos, emanada a su vez de un haz incontable de causalidades. Pero, por ser obra humana, es posible modificarla, detenerla, redirigirla… Lo único que puede impedirlo es la falta de un consenso suficiente. La ideología, que nos da una explicación del mundo y nos proporciona modelos para el futuro, se revela así como decisiva. Cuando las dificultades económicas se generalizan por efecto de la crisis y la ansiedad por el cambio empieza a generalizarse, todavía es necesario que en el interior de cada cual logremos separar las pulsiones que obedecen a nuestros intereses genuinos de aquellas que proceden de la ideología, asumida, aprendida por imitación de grupos hegemónicos, de los que irradiaba con el marchamo de validez universal aunque, en realidad, su utilidad se limitaba a la élite.

Es obvio que la ideología nace de los intereses; pero, en los sectores sociales no exitosos se produce un efecto de imitación de los modelos mentales de aquellos otros que sí triunfaron[i]. De esta manera contribuyen a la permanencia de un sistema que funciona en contra de sus propias necesidades. Sólo es posible desprenderse de tal rémora cuando la crisis profundiza y se alarga más de lo habitual, haciendo intolerable lo que antes parecía sólo inconveniente. Aún así, el malestar que genera la evidencia de la explotación puede quedar sólo en agitación, algaradas y frustración si no existen proyectos alternativos que una minoría consciente y organizada haya elaborado previamente, y si esa minoría no alcanza la credibilidad suficiente para impulsar y liderar. Ese fue el papel histórico de las organizaciones de la izquierda.

Podríamos concluir que: 1) las leyes de la economía que rigen la obtención de recursos, su aprovechamiento y reparto son perfectamente alterables en la proporción y sentido que deseemos; 2)  que la voluntad de cambio se genera y se altera en una amalgama de intereses y de girones de ideología de turbio origen y difícil discriminación; 3) que la espontaneidad revolucionaria encuentra fácilmente el camino del caos a menos que una vertebración orgánica aporte luz en la tarea de discernir los verdaderos intereses y las estrategias oportunas.



[i] “No exitosos” y “triunfadores” pueden ser sustituidos por “explotados” y “explotadores” en un lenguaje más explicito y sin miedo a ser calificado de ideológicamente sesgado.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Excelente repaso a la definición de la Economía como "La Ciencia que estudia la satisfacción de necesidades alternativas con unos recursos escasos"

Saludos
Mark de Zabaleta