8 jul 2015

Podemos y la metafísica

En un poema bastante críptico, conservado sólo en fragmentos citados por otros filósofos de su cuerda o de la contraria, Parménides, considerado uno de los padres de la filosofía, dijo: «Lo que es es y lo que no es no es» o «El ser es y no puede no ser» (no confundir con aquella otra sentencia: «Lo que no pue ser no pue ser y además es imposible» emanada del círculo taurino, un pozo de sabiduría poco explorado). A primera vista puede dejarnos perplejos que algo así haya marcado el inicio de la filosofía, pero es pura metafísica, ciencia que, la verdad sea dicha, nunca sabremos si es o no es. De hecho otros filósofos la reducen a problemas de lenguaje, y no deben andar muy lejos del acierto porque el mayor debate hoy sobre la susodicha proposición es puramente filológico, a ver si donde dice digo dice digo y no dice Diego; al fin y al cabo estos chicos solían usar el griego jónico-ático de hace 2500 años, sólo un pelín más inteligible que el lunfardo.


No perdamos el hilo. Otro pensador más o menos contemporáneo de aquel y más o menos igual de claro (fue llamado “el oscuro”), Heráclito, nos legó aquello de «Todo fluye, nada permanece» y «En los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos», que hemos convertido en «Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río», más asequible pero que se parece regular. Aunque nos dé pereza indagar en las afirmaciones de uno y otro, con todo el hardware y el software neuronal disponibles, a simple vista nos damos cuenta de que dicen cosas contradictorias. Uno se apunta a la inmovilidad y permanencia del ser y el otro a la movilidad y el cambio como explicaciones de la realidad. Esto no puede quedar así, pensarían los más espabilados de entre los que vivieron el debate, y, efectivamente, hasta la presente no hemos hecho otra cosa que vacilar entre una y la otra concepción.

Si fueran contemporáneos nuestros a lo mejor diríamos que Parménides era un carca alérgico al cambio, un conservador de tomo y lomo para el que cualquier intento de mudanza es herético y estúpido; en cambio Heráclito nos parece un progre, tuviera coleta o no, que, en todo, se apunta al cambio, a la trasformación de las cosas por el ansia de mejorar, aunque sea por casualidad.

Muy bien, pero el debate se ha filtrado a nuestra conciencia en cuyo interior hay fuerzas parmenídeas y heraclíteas en combate permanente de manera que unas veces predominan unas y otras las otras (esta mañana todo me sale en plan trabalenguas). Un poner: Podemos es una fuerza de cambio y aspira a transformar la vida política que quedó atascada (según ellos) ya en la mal llamada (también según ellos) Transición, pero su staff dirigente, democráticamente elegido (faltaría más) apuesta ahora por el centralismo (me refiero a ese asunto de las listas plancha para las primarias) para no ser lo que han venido a ser, no sea que algún mindundi provinciano, emergido de Dios sepa qué círculo, deshaga lo que no se ha hecho  y ‘cambie’ la ‘esencia’ del invento con la aristotélica pretensión de que materia y forma no deberían entrar en contradicción.

Se me ha puesto un dolor de cabeza más tonto…


1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente es para que nos duela....

Saludos